Uno deja una parte de si mismo cada noche de baile, allí donde los cuerpos sudan y viven al ritmo de la música, allí donde la respiración y los latidos se unifican.
La pista de baile es una de las cosas más representativas de uno, todos logramos sentirnos dueños de la pista por lo menos una noche, llegamos a sentirnos como nuestro cantante favorito, uno pasa de ser una Nicki Minaj a Cher en un par de segundos, algunos al parecer quieren mostrar todo lo que pueden lograr con sus caderas, los movimientos pelvicos tipo shakira no faltan, y es que la pista de baile es libertad total.
Sentir las luces, el humo, y encontrar esas miradas de coquetería y complicidad sin final es simplemente energético, todos hemos sentido esa visión de cámara lenta que solo se puede vivir en la pista, las risas de los amigos que te rodean, y esos cuerpos de tentación que roban miradas y suspiros, lográndose introducir hasta en nuestros sueños menos secos.
El riesgo de tocar, de hablar, el riesgo de invitar a bailar, el riesgo de un hola.
Cuerpos con movimientos repetitivos y sensuales, cuerpos que generan y expresan, cuerpos que buscan.
Lugar para ligar de muchos, lugar para sentir, lugar para ser el centro de atención, lugar para ser una estrella.
La pista de baile y sus múltiples reacciones en mi.